jueves, 5 de enero de 2017

Este año no he sido buena...


Siempre con el mismo chantaje:
sólo recibirás regalos si has sido buena...

¿Buena para quién?

¿Para los reyes?
¿Para los profes?
¿Para mis padres?
¿Para el sistema?

¿Buena a costa de qué?

¿De tragarme la ira?
¿De fingir para no molestar?
¿De callar para no incomodar?
¿De no ser yo?

Hoy decido proclamar mi propia monarquía
y coronarme como Reina Maga personal. 

Hoy me otorgo el derecho a ser yo, 
a comportarme como siento, 
a decir lo que pienso, 
a defenderme cuando toque, 
a mostrar mis luces y mis sombras, 
a ser incoherente, 
a cometer errores, 
a seguir mis propias normas
sin miedo a quedarme sin regalos, 
o a recibir carbón.

Hoy soy yo la que decide hacer magia
borrando cualquier expectativa.

Hoy envuelvo todos mis regalos
con el papel de la libertad.

Hoy elijo ser...
ni buena, ni mala, 
sólo ser.


Fanny Jiménez Guerrero
http://www.contemplo.es



viernes, 30 de diciembre de 2016

Por un 2017 consciente


Bien y mal son etiquetas de la mente.
Feliz o infeliz.
Éxito o fracaso.
Salud o enfermedad.
Suerte o desgracia.

Cuando se aprende a vivir con conciencia plena todas las etiquetas resbalan, pierden su valor.
Por eso no te deseamos un año bueno, feliz y lleno de salud, éxitos y suerte.
Sólo te deseamos un año consciente.
Para que al margen de las circunstancias que te toquen vivir,
seas dueño de tí.

lunes, 26 de septiembre de 2016

Esta mañana Tristeza ha venido a visitarme

Esta mañana Tristeza ha venido a visitarme.

Me ha pillado desprevenida, en pijama, con el café a medio beber y el salón patas arriba.


Ha llamado a la puerta suavemente y la he dejado entrar... como si fuera una vieja y querida amiga que quiere pasar un rato conmigo.


Sigilosa, se pasea por toda la casa.


Se lo permito, me gusta que mis invitados campen a sus anchas.


Le cedo todo mi espacio, la invito a que se exprese y me cuente lo que quiera. Para eso están las amigas.


Seguro que ha tenido algún motivo para venir o puede que simplemente haya pasado por delante de casa y ha decidido entrar.


No sé por qué viene, ni  cuánto tiempo quiere quedarse. Tampoco se lo pregunto.


¿Cómo voy a cuestionar a mi amiga querida?


Me tumbo en el sofá; la escucho con curiosidad y plena atención mientras me termino el café.


Recuerdo que hace tiempo no me parecía una visita grata.


En cuanto tocaba el timbre, fingía que no estaba, echaba los cerrojos y me sentaba contra la puerta por si empujaba.


Pero ella insistía hasta que conseguía entrar,  y el día que no podía sola, llamaba a Ira y a Angustia y finalmente entre las tres echaban la puerta abajo.


"¿Por qué estáis aquí?", "¡dejadme en paz!", "¡no quiero veros!", "¡no quiero que entréis en mi casa!",  "¡lo estáis ensuciando todo!"¡fuera!"


A veces la lucha duraba días, semanas enteras... dejando mi hogar completamente devastado...


Cuanto más las echaba de casa, más insistían en quedarse, pero yo no paraba de darles empujones y arrastrarlas hacia la puerta...


Por ese motivo, en dos ocasiones,  Depresión vino con todas sus maletas y se instaló en una de las habitaciones durante un par de años para poder mediar entre todas...


¡¡Qué pésima anfitriona era yo entonces!!, ¡qué maleducada tratar tan mal a las visitas!


Son mis amigas, me gusten o no me gusten, sea su conversación más o menos agradable... son mis amigas queridas...


Hoy he acompañado a Tristeza un buen rato, la he escuchado, le he secado las lágrimas y le he dado permiso para que se quede en casa el tiempo que necesite.


Después he arreglado el salón y me he puesto a escribir.


Termino el post, miro por todas partes, "¿estás ahí?", recorro toda la casa... pero no hay rastro.


En la puerta de la entrada me encuentro una nota que dice "gracias". Sonrío.


¡¡Se ha marchado sin avisar!!...¡¡esta Tristeza...!! ¡siempre me hace lo mismo!...


Pero no pasa nada, ella sabe que puede venir e irse cuando quiera, siempre será bien recibida en este hogar.


Recojo la nota. Vuelvo a sonreir. Una mañana interesante en la que por fin, me he puesto a escribir. ¡¡Adoro a mis amigas!!.



                                                          Imagen www.silviaeme.com

viernes, 16 de septiembre de 2016

Aprender a morir, aprender a vivir

He tenido la suerte de convivir con perros en la infancia y aprender de ellos importantes lecciones que han sido determinantes en mi vida.

Compartí mi camino de los 9 a las 21 años con Kela, una mezcla de pastor belga y alemán de una excepcional inteligencia. La cómplice y peluda hermana pequeña que nunca tuve. Meses antes de fallecer, Kela desarrolló una enfermedad degenerativa que la iría paralizando lentamente. Un poco antes de que se fuera, adoptamos a un nuevo cachorro, Ron, un pastor alemán.


Antes de ir a dormir, solía pasar unos momentos con los perros disfrutando del fresquito y el silencio las noches veraniegas de Almuñécar. Aquella noche el cachorro de tres meses estaba especialmente divertido y me centré en jugar con él. Desde su rincón, sin poder moverse ya, Kela me observaba con una infinita tristeza.


Sentí en mis huesos su pena y su reproche por no prestarle la atención de siempre, por verse sustituida por otro perro... pasé de ella, la verdad. Ahora sé que lo hice, porque me daba miedo asumir que se estaba muriendo, me negaba a aceptarlo... aún tengo su mirada clavada en la memoria.


Aquella fue la última vez que ví a Kela. Al día siguiente regresé a Granada y al poco tiempo, murió. 


Cuando me enteré no sentí tanto su muerte, al fin y al cabo había tenido una larga y feliz vida de perro, sino el no haberla acompañado en la soledad de su sufrimiento aquella noche, el no haberme despedido con gratitud por haber compartido tantos buenos momentos.


14 años después, era Ron el que desarrolló la misma enfermedad. 


La primera vez que sus patas de atrás se desmoronaron sin control, me eché a llorar. Estaba llegando al final de su viaje. Recordé los ojos de Kela y decidí que no volvería a pasar por la misma situación. 


Cada vez que iba a Almuñécar pasaba todo el tiempo que podía con Ron, lo sacaba religiosamente aunque tuviese que sostener sus patas de atrás, aunque le costase caminar y cada paseo fuese una odisea, ¡pero era tan feliz en la montaña!... lo acariciaba, le cepillaba el pelo, le hacía reiki,.... cada vez que me tenía que volver a casa me despedía como si no fuese a verlo nunca más....


Al final vivió algunos meses más de lo esperado, no me importó despedirme diez veces....


Y cuando llegó el momento sentí una paz muy intensa... me acordaba de aquellos últimos momentos y su mirada de gratitud por cada minuto que compartí con él.... 


Hace año y medio fue a Laura, mi prima,  a quien le diagnosticaron una enfermedad terminal. Aunque me había criado con ella como si fuese una hermana más, en los últimos años no habíamos tenido mucho contacto.


Por eso traté de pasar a su lado el mayor tiempo posible, de crear un nuevo y estrecho vínculo que no hubiera sido posible en otras circunstancias.  


Primero intenté proponerle técnicas alternativas que le diesen una nueva esperanza, después la acompañé mientras manejaba a duras penas las emociones de su situación y finalmente... durante el tremendo último mes de agonía, puse todas mis herramientas a su servicio para ayudarla a afrontar el desenlace final... Un largo proceso de año y medio que finalizó hace unas semanas.


Algunos familiares intentaban rehuir la situación al igual que yo hice con Kela... gracias a ella pude comprenderlos sin juzgarlos. Sólo tenían miedo.  Pude ayudarles a entender que era buena idea tener una despedida consciente... no quería que se sintieran tan culpables como me sentí yo...


Para el ser que se está muriendo es fundamental sentirse acompañado, escuchado, querido.... poder compartir las dudas y el sufrimiento, hablar con claridad de lo que siente... sin duda es esencial estar a su lado para hacerle el proceso más llevadero. 


Pero los que se quedan, también obtienen un inmenso regalo... compartir momentos auténticos con un ser al que amas, aprender de la vida y la muerte, aceptar la situación y hacer un duelo sereno y lleno de sentido...


Kela, ¡qué gran lección me enseñaste antes de irte!... qué importantes son las despedidas... nunca sabes cuando será la última vez que veas a alguien...  al fin y al cabo, todos somos moribundos...


Gracias Kela. Gracias Ron. Y sobretodo, gracias Laura, porque aprender a morir, es en definitiva, aprender a vivir....



RON



¡¡Voy a pasar el resto de mi vida conmigo!!

Era 14 de febrero, pero aún no me había dado cuenta.

El cliente de las 16:00 no apareció y ni siquiera se tomó la molestia de avisar. Normalmente me fastidia cuando otras personas no tienen en cuenta mi tiempo, sin embargo estaba tranquila, incluso agradecida por el regalo de un poco de tiempo libre... ¡Qué bien! ¡voy a dar un paseo!.


Hacía una tarde cálida y luminosa, un guiño de primavera en mitad de un frío invierno.


Pasé delante de una de mis cafeterías favoritas y decidí sentarme en la única mesa de la terraza donde descansaba un rayo de sol.


Aunque me encanta el café americano y las tartas de chocolate no suelo consumirlos con frecuencia... pero sentí que era una ocasión especial, una celebración... ¿por qué no?


Me centré en la sensación del sol sobre mi cara, en el olor del café que me fascina, en la textura esponjosa del bizcocho impregnado de naranja y chocolate, la majestuosidad del álamo frente a mí, las carcajadas de la niña que jugaba en la mesa de al lado, el aire templado llenando suavemente mis pulmones...


Una ligera explosión  de gozo comenzó a surgir  en mi pecho expandiéndose en todas direcciones, haciéndome sentir más grande, casi infinita... explotando en cada una de las células de mi cuerpo... llenando toda la experiencia de un amor intenso e inefable...


Un pensamiento  llegó con una fuerza devastadora: ¡¡voy a pasar el resto de mi vida conmigo!!


Entendí que todo, absolutamente todo en mi vida puede ser pasajero, pero que esa sensación de reconocimiento de mí misma, iba a ser para siempre...  ese amor incondicional e infinito era una parte de mi propia esencia que no podía perder pasara lo que pasara...


Recordé el millón de veces que había pasado por esas mismas calles sintiéndome completamente perdida, destruída, con el vacío instalado en las tripas, buscando desesperadamente el amor en otras personas que de una u otra manera desaparecían dejándome un nido de angustia...


Todo eso ya pasó... ¡¡de verdad que pasó!!... seguro que el dolor volverá en algún momento, seguro que habré de afrontar pérdidas y desilusiones...  pero yo estaré aquí, para llenar de amor cada segundo, para confortarme y protegerme, para seguir adelante... para comprenderme y aceptarme cada vez que vuelva a tropezar...


Todo lo que siempre he anhelado está aquí, justo aquí... ¡¡y seguirá aquí siempre!!... al menos mientras viva... incluso intuyo que es posible que esa sensación supere la muerte porque en este momento no hay un sólo atisbo de miedo...


Una risa que procedía de un lugar profundo afloraba llenando mis ojos de lágrimas ...


¡¡Ostras!! Es 14 de febrero, ¡¡menudo regalo del amor de mi vida!!